El famoso árbol proviene, principalmente, de los países fríos y nórdicos con adornos de luces, guirnaldas, regalos y objetos de colores. Esta costumbre se fue expandiendo a otros países y hoy es adoptada en casi todo el mundo.
El árbol posee varios significados religiosos; muchas culturas tenían la costumbre de adorar a la naturaleza, a través de los árboles, los germanos tenían la creencia de que el mundo era sostenido por un gigantesco árbol y que en sus ramas estaban sostenidas las estrellas, la luna y el sol. Era también símbolo de vida, por no perder su verde follaje en invierno mientras que casi toda la naturaleza parece muerta, debido a que perdían sus hojas y quedaba de un tono marrón, en esta época del año. En los hogares de los países nórdicos durante el invierno se cortaban algunas ramas y se le decoraban con pan, frutas y adornos brillantes. Uno de sus principales adornos eran las manzanas y piedras pintadas.
Las religiones orientales veneran a los árboles como símbolo de la unión del cielo y la tierra; descienden sus raíces en la tierra y se levanta hasta el cielo, es un signo de encuentro con lo sagrado, del acercamiento del hombre con la divinidad. Las tribus nórdicas europeas, los druidas tenían árboles sagrados alrededor de los cuales se reunían para realizar todos sus rituales, juicios, y cualquier reunión importante. En el norte de Europa se celebraba una fiesta de invierno similar, conocida como Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses para conseguir que el Sol brillara con más fuerza.
Parece ser que la costumbre del árbol de Navidad, como lo conocemos actualmente, nació en Alemania, en la primera mitad del siglo VIII. Estando predicando el misionero británico San Bonifacio un sermón, el día de Navidad, a unos druidas alemanes para convencerles de que el roble no era ni sagrado ni inviolable, el "Apóstol de los alemanes" derribó uno. El árbol al caer fue destrozando todos los arbustos excepto un pequeño abeto. San Bonifacio, interpretó la supervivencia del arbolito como un milagro, concluyendo su sermón: "Llamémosle el árbol del Niño Dios". Los años siguientes los cristianos celebraron las Navidades plantando abetos. En el siglo XVI se decoraban los abetos en Alemania para festejar la Navidad; en España no alcanzó popularidad hasta mediados del siglo XX.
El árbol posee varios significados religiosos; muchas culturas tenían la costumbre de adorar a la naturaleza, a través de los árboles, los germanos tenían la creencia de que el mundo era sostenido por un gigantesco árbol y que en sus ramas estaban sostenidas las estrellas, la luna y el sol. Era también símbolo de vida, por no perder su verde follaje en invierno mientras que casi toda la naturaleza parece muerta, debido a que perdían sus hojas y quedaba de un tono marrón, en esta época del año. En los hogares de los países nórdicos durante el invierno se cortaban algunas ramas y se le decoraban con pan, frutas y adornos brillantes. Uno de sus principales adornos eran las manzanas y piedras pintadas.
Las religiones orientales veneran a los árboles como símbolo de la unión del cielo y la tierra; descienden sus raíces en la tierra y se levanta hasta el cielo, es un signo de encuentro con lo sagrado, del acercamiento del hombre con la divinidad. Las tribus nórdicas europeas, los druidas tenían árboles sagrados alrededor de los cuales se reunían para realizar todos sus rituales, juicios, y cualquier reunión importante. En el norte de Europa se celebraba una fiesta de invierno similar, conocida como Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses para conseguir que el Sol brillara con más fuerza.
Parece ser que la costumbre del árbol de Navidad, como lo conocemos actualmente, nació en Alemania, en la primera mitad del siglo VIII. Estando predicando el misionero británico San Bonifacio un sermón, el día de Navidad, a unos druidas alemanes para convencerles de que el roble no era ni sagrado ni inviolable, el "Apóstol de los alemanes" derribó uno. El árbol al caer fue destrozando todos los arbustos excepto un pequeño abeto. San Bonifacio, interpretó la supervivencia del arbolito como un milagro, concluyendo su sermón: "Llamémosle el árbol del Niño Dios". Los años siguientes los cristianos celebraron las Navidades plantando abetos. En el siglo XVI se decoraban los abetos en Alemania para festejar la Navidad; en España no alcanzó popularidad hasta mediados del siglo XX.
0 Dejaron su Huella:
Publicar un comentario