Mándala (Sánscrito: "círculo"). Los mándalas se encuentran entre los más conocidos iconos budistas del mundo y constituyen tesoros artísticos de esa centenaria tradición. Son, simultáneamente, ejemplo de expresión artística y medio de espiritualidad de la comunidad budista. El estilo y significado específico de cada mándala se explica según la época y la comunidad que lo realiza. Pero todos tienen algo en común: muestran un orden circular con un centro definido. Como iconos sagrados del budismo, pretenden recordar al espectador de la santidad del Universo y del potencial espiritual del ser humano.
Nuestro cerebro responde inmediatamente de manera muy particular a las imágenes que tienen un poder intenso, real e indiscutible; actuando en el campo mental, físico y espiritual. El Mándala es básicamente una representación del Universo, un área consagrada que sirve como receptáculo para los Dioses y como punto de unión de las fuerzas universales.
El hombre (el microcosmos), mentalmente "entrando" en el Mándala y penetrando hacia su centro, es una analogía de los procesos cósmicos de desintegración y de reintegración. El Mándala representa el área sagrada dentro de la que pueden surgir experiencias espirituales. La relación que se establece a través de la contemplación de la geometría del Mándala incita a un estado de meditación que ayuda a explorar los rincones de la psique. Los Mándalas se describen como diagramas del cosmos en un sentido externo y -en un sentido interno- como guías hacia prácticas de meditación. Para meditar con tu Mándala, basta con ponerlo en frente de ti, a la altura de tus ojos a una distancia de aproximadamente 80 cm. En un ambiente tranquilo, en completo silencio, Fija tu mirada en el centro del mismo pero a la vez observando el "todo", Deja que tus pensamientos fluyan sin aferrarte a ellos. En los escritos sagrados del Tíbet se dice que durante la meditación uno debe contemplarse a sí mismo en el centro del Mándala pensando que se relaciona integralmente con el intrincado diseño del Universo. Empezarás a sentir cómo la energía actúa en todo tu cuerpo, incluso alterando estados de conciencia.
Es muy probable que experimentes alteraciones en la conciencia, como la sensación de expansión de la misma. También suele traer "recuerdos" a la memoria conciente que los teníamos olvidados en el subconsciente, tales como traumas de la infancia. Permitiendo que afrontemos tales hechos y así sacar las "trabas" de nuestra mente, para poder superar todas nuestras limitaciones a nivel psicológico-espiritual y enfermedades a nivel físico.
Los Mándalas actúan equilibrando los chakras por medio de los colores y haciendo meditar el lado lógico de nuestro cerebro a través de las formas geométricas sagradas. El Mándala enviará impulsos a la mente interna llegando a los receptores del cerebro donde se procesará y se obtendrá una reacción.
En el mundo tibetano, los mándalas se usan para decorar y santificar templos y hogares; en ritos de iniciación para monjes y gobernantes; y como el foco de visualización del clero y de adoración por los feligreses, así como para fines funerarios, acompañando al cuerpo del difunto durante la cremación.
Los mándalas pueden presentarse en una variedad de materiales a través de diversas técnicas artísticas. Pueden elaborarse con piedras semipreciosas trituradas, pétalos de flores, arroz, piedra pulverizada (mármol, etcétera), papel, textil, hilo, mantequilla y arena pintada. La tradición establece las formas, tamaños y colores de este arte. Los más conocidos por el mundo occidental son los mándalas coloridas del Tíbet y los mándalas de arena, elaboradas por monjes tibetanos. La construcción de un mándala de este tipo lleva varios días y una vez terminada se destruye, para demostrar la impermanencia de la vida.
En términos religiosos, el mándala representa el área sagrada dentro de la que pueden surgir experiencias espirituales. La experiencia de realizar un viaje espiritual en un lugar sagrado forma parte de una de las principales concepciones religiosas del budismo. Así el mándala es un símbolo de crecimiento espiritual cuyo punto central es la mente. El budismo viajó de la India a otras partes de Asia, la tradición de mándalas también llegó a Asia central, China, Corea, Japón y el sureste asiático, hasta Indonesia. Pero el arte de los mándalas floreció especialmente en la rica atmósfera espiritual del Tíbet. De ahí que la mayor cantidad y variedad de mándalas los encontremos en la tradición religiosa tibetana.
Nuestro cerebro responde inmediatamente de manera muy particular a las imágenes que tienen un poder intenso, real e indiscutible; actuando en el campo mental, físico y espiritual. El Mándala es básicamente una representación del Universo, un área consagrada que sirve como receptáculo para los Dioses y como punto de unión de las fuerzas universales.
El hombre (el microcosmos), mentalmente "entrando" en el Mándala y penetrando hacia su centro, es una analogía de los procesos cósmicos de desintegración y de reintegración. El Mándala representa el área sagrada dentro de la que pueden surgir experiencias espirituales. La relación que se establece a través de la contemplación de la geometría del Mándala incita a un estado de meditación que ayuda a explorar los rincones de la psique. Los Mándalas se describen como diagramas del cosmos en un sentido externo y -en un sentido interno- como guías hacia prácticas de meditación. Para meditar con tu Mándala, basta con ponerlo en frente de ti, a la altura de tus ojos a una distancia de aproximadamente 80 cm. En un ambiente tranquilo, en completo silencio, Fija tu mirada en el centro del mismo pero a la vez observando el "todo", Deja que tus pensamientos fluyan sin aferrarte a ellos. En los escritos sagrados del Tíbet se dice que durante la meditación uno debe contemplarse a sí mismo en el centro del Mándala pensando que se relaciona integralmente con el intrincado diseño del Universo. Empezarás a sentir cómo la energía actúa en todo tu cuerpo, incluso alterando estados de conciencia.
Es muy probable que experimentes alteraciones en la conciencia, como la sensación de expansión de la misma. También suele traer "recuerdos" a la memoria conciente que los teníamos olvidados en el subconsciente, tales como traumas de la infancia. Permitiendo que afrontemos tales hechos y así sacar las "trabas" de nuestra mente, para poder superar todas nuestras limitaciones a nivel psicológico-espiritual y enfermedades a nivel físico.
Los Mándalas actúan equilibrando los chakras por medio de los colores y haciendo meditar el lado lógico de nuestro cerebro a través de las formas geométricas sagradas. El Mándala enviará impulsos a la mente interna llegando a los receptores del cerebro donde se procesará y se obtendrá una reacción.
En el mundo tibetano, los mándalas se usan para decorar y santificar templos y hogares; en ritos de iniciación para monjes y gobernantes; y como el foco de visualización del clero y de adoración por los feligreses, así como para fines funerarios, acompañando al cuerpo del difunto durante la cremación.
Los mándalas pueden presentarse en una variedad de materiales a través de diversas técnicas artísticas. Pueden elaborarse con piedras semipreciosas trituradas, pétalos de flores, arroz, piedra pulverizada (mármol, etcétera), papel, textil, hilo, mantequilla y arena pintada. La tradición establece las formas, tamaños y colores de este arte. Los más conocidos por el mundo occidental son los mándalas coloridas del Tíbet y los mándalas de arena, elaboradas por monjes tibetanos. La construcción de un mándala de este tipo lleva varios días y una vez terminada se destruye, para demostrar la impermanencia de la vida.
En términos religiosos, el mándala representa el área sagrada dentro de la que pueden surgir experiencias espirituales. La experiencia de realizar un viaje espiritual en un lugar sagrado forma parte de una de las principales concepciones religiosas del budismo. Así el mándala es un símbolo de crecimiento espiritual cuyo punto central es la mente. El budismo viajó de la India a otras partes de Asia, la tradición de mándalas también llegó a Asia central, China, Corea, Japón y el sureste asiático, hasta Indonesia. Pero el arte de los mándalas floreció especialmente en la rica atmósfera espiritual del Tíbet. De ahí que la mayor cantidad y variedad de mándalas los encontremos en la tradición religiosa tibetana.
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